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“No acabamos la carrera, seguro”. A sus apenas 18 años, este joven hablaba con una confianza inquietante. El Minardi estaba recién ensamblado para su presentación en las calles de Melbourne. Contaba con un motor obsoleto, que tenía cien caballos menos que los mejores, y no habían realizado pretemporada. Apenas contaba con patrocinadores. Fernando Alonso hacía su debut en la Fórmula 1, prestado por Renault. Briatore tenía grandes planes para él. Sin embargo, de los tres campeones que debutaron ese fin de semana en la máxima categoría del automovilismo, esa foto previa a la carrera junto a Montoya y Raikkonen era impactante, y Alonso era quien manejaba el coche menos competitivo.

Era mi segundo año en la Fórmula 1. En 2000, ya había pasado una temporada junto a Pedro de la Rosa y Marc Gené, quienes contaban con el respaldo de Repsol y Telefónica. En términos periodísticos, vivíamos en el anonimato. Nadie me creía cuando decía que había un chico de Oviedo con potencial para ser campeón del mundo algún día. Con una victoria en Spa, se coronó en la Fórmula 3.000, y Flavio lo contrató, superando a Ferrari y Williams en la carrera de talento. Lo que ignorábamos en ese momento era que se convertiría en un piloto eterno.

De Alesi a Colapinto

Fernando es como un viajero del tiempo que ha competido contra Jean Alesi y Jos Verstappen (el padre de Max), ha ganado a Michael Schumacher y ha corrido junto a su hijo Mick. Sigue mostrando su espíritu combativo en cualquier pista donde compita. Los verdaderos aficionados a la Fórmula 1 disfrutan de sus calificaciones sorprendentes, defensas desesperadas y ataques inesperados. Cada fin de semana despliega su talento en diferentes dosis. Los pilotos veteranos lo respetan, y los jóvenes lo admiran y temen. No da descanso ni en las prácticas. A principios de año, Toto Wolff casi lo ficha para Mercedes.

La llama de Alonso está viva. Mientras anochece en su circuito de Oviedo, él continúa dando vueltas en su veloz kart, atento a que el Aston Martin regrese al lugar que le permitió emocionarse en 2023. Ese emocionante último podio en Interlagos lo vio batallar hasta el último metro con el entonces potente Red Bull de Checo Pérez.

Sus números son de leyenda

Hay un mito que dice que sus números no son buenos. Toni Nadal insistió en esto recientemente. Vamos a desmentir esa idea: es, con 2329 puntos, el cuarto piloto con más puntos en la historia. Sus 106 podios lo colocan en el quinto puesto del ranking, empatado con Alain Prost. Solo les superan Verstappen, Vettel, Schumacher y Hamilton.

Todos ellos cuentan con un mínimo de tres títulos y han tenido acceso a coches dominantes durante años. En contraste, Fernando tiene ese impresionante palmarés con apenas tres temporadas en un coche de élite. Sus logros se concentran en las partes iniciales de 2006, 2007 y 2010. Es el séptimo en victorias detrás de los mencionados, y de Ayrton Senna. Por diversas razones, las cartas a menudo le han sido desfavorables. Con solo siete puntos más en 2007, 2010 y 2012, Alonso podría haber sido pentacampeón mundial, algo que demuestra que la suerte también juega un rol crucial.

Además, ninguno de los grandes que le preceden en estadísticas ha ganado dos veces las 24 Horas de Le Mans, ni ha logrado un Mundial de resistencia. Algunos pueden pensar que Daytona (ganada en una impresionante tormenta) es solo un videojuego… No falta mucho para que Fernando regrese a sobrevolar las dunas del desierto, porque hay automovilismo más allá de la Fórmula 1.

Reconociendo los circuitos con una cámara de fotos

Seguramente ni siquiera Fernando imaginaba lo lejos que llegaría y por cuánto tiempo cuando teníamos que reconocer la pista de Melbourne a pie. Sin autógrafos ni fotos con los comisarios, rodeado de un pequeño grupo de ingenieros, recorriendo los pianos y buscando los mejores parches de asfalto para encontrar más agarre. Usaba una pequeña cámara porque los móviles de entonces no eran nada prácticos. Se conocía los circuitos a través de su PlayStation, que ofrecía una calidad de imagen deficiente.

Hoy en día, eso no se parece en nada a los jóvenes pilotos que debutan. Ahora llegan tras miles de vueltas en simuladores que replican hasta los baches, con entrenadores personales, preparadores físicos, mentales e ingenieros que les indican dónde fallan ante pilotos más experimentados… Tal vez no estaría mal que eso se limitara un poco.

En su álbum de recuerdos están su primer triunfo en Hungría, Interlagos 2005, la conga con el equipo Renault en una fiesta en Brasil, las lágrimas de felicidad en Abu Dabi, la frustración por las banderas amarillas no respetadas de Vettel en Brasil 2012, y el emotivo abrazo de despedida en su retiro temporal de la Fórmula 1 en Abu Dabi: “Gracias, Carlos, por todo, de verdad”. A ti, Fernando, la historia continúa…

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